Mi primer maratón
Voy a contaros mi experiencia con mi primer Maratón, el de Madrid (Mapoma). Todo empezó el 31 de diciembre, tenía que ponerme un reto para el 2015, no fue muy difícil porque ya llevaba tiempo madurando la idea de hacer un maratón en algún momento de mi vida y ese día puse la primera piedra formalizando la inscripción.
Luego siguieron casi 4 meses de duro entrenamiento, algunos en compañía de amigos y otros muchos solo. Con buen tiempo y no tan bueno, pero siempre con espíritu positivo.
Llegaba la última semana antes de la gran cita y físicamente me encontraba bien, pero psicológicamente no tanto. Los nervios aparecían por las noches y extraño era el día que conseguía dormir 3 horas seguidas.
El sábado me fui a Madrid, quería recoger el dorsal lo antes posible y desconectar. Cuando llegué al recinto me sorprendí de la gran cantidad de gente que había en el exterior, momento de nervios, hasta que vi que no era tanto como parecía, en poco más de media hora estaba todo resuelto. Ya no tenía ninguna preocupación, me olvidé un poco de la carrera y disfruté con los amigos de lo que faltaba de sábado antes de ir a dormir.
Eran las 6 de la mañana de ese ansiado 26 de abril, llevaba mucho tiempo pensando en esa fecha. Me levanté, la noche había sido dura, ya que no había sido capaz de dormir, los nervios se apoderaron de mí una vez más.
Me asomé por la ventana y estaba lloviendo, pero no tenía miedo. Mi primera Media maratón fue pasada por agua, todo parecía apuntar a que mi primer Maratón sería igual.
Ducha, desayuno, un poco de redes sociales y... llegó la hora de prepararse, en una hora daría comienzo el reto deportivo más importante de mi vida. ¡No faltaba nada!
Llegué a Cibeles y me dispuse a colocarme en mi cajón, faltaban 15 minutos para dar comienzo. Estaba nervioso, imagino que como la gran mayoría de los 25 000 corredores que estaban preparados para hacer el Maratón & Media maratón.
A las 9 comenzó la carrera, se escapaban las primeras gotas de agua pero la temperatura era buena para la práctica deportiva (unos 10 grados).
Los primeros 6 km por el Paseo de la Castellana eran ascendentes, los carriles de subida estaban llenos de gente, tanta que para ir ganando posiciones tuve que subirme a la acera en más de una ocasión.
En el kilómetro 8, bajando por Bravo Murillo, la carrera se empezó a estirar y ya no había tanto agobio de gente, pude mantener un ritmo más constante. Las previsiones de lluvia se empezaban a cumplir y pasó de llover débilmente a hacerlo más intensamente.
Pasado el kilómetro 13 recordé todos los consejos de amigos y expertos, la carrera se puede hacer muy larga. Aunque me encontraba bien, no quería forzar y seguí con mi ritmo.
Aquí nos separamos los corredores de Maratón de los de Media Maratón, primer momento de emoción, entre aplausos y ánimos nos despedimos de nuestros acompañantes de la primera parte de carrera.
Por el kilómetro 18 llegamos a la Gran Vía, Preciados y Sol, la afluencia de gente era más alta a la vez que la lluvia se hacía más intensa por momentos. Recorrer estas calles con tanta animación hace que aumentes el ritmo sin darte cuenta. Y si encima sabes que tu familia está en esa zona para animarte, la emoción es incontrolable. Y claro que los vi, y sobre todo los oí. Escuchar ese grito de mi hermana de ánimo: ¡Vamos Jai! Ya no había vuelta atrás: mis ojos se humedecieron por primera vez.
Sobre el kilómetro 20, a la altura del Palacio Real empecé a tener molestias en la rodilla izquierda, no era nuevo para mí, pero todavía quedaba la mitad de trayecto por recorrer. Pasé un momento de miedo pensando que podría llegar un momento en que la rodilla no aguantase, así que a pesar del terreno favorable decidí mantener o incluso bajar un poco el ritmo. Mi principal objetivo era terminar y si era en menos de 4 horas mejor, pero ante este imprevisto el tiempo que tardara pasó a un segundo plano.
Llegando a la casa de campo la rodilla seguía igual, con ligeras molestias, aún así estaba contento porque podía seguir corriendo. Estaba diluviando y todavía estábamos en el kilómetro 26, las zapatillas y la ropa estaban empapadas. No quedaba otra que mirar al frente y no pensar todavía lo que me faltaba. Al ser la zona más retirada de la capital se notaba que la afluencia de gente era menor, aún así encontrábamos a algún atrevido desafiando el tiempo y animando, cosa que se agradecía.
En el kilómetro 32 cruzamos el río Manzanares, la lluvia no paraba y los charcos ya eran pequeñas balsas en algunas zonas que ocupaban gran parte de la calzada. Ya no me molestaba en esquivarlos, era imposible que pudiera mojarme más de lo que ya estaba.
Llegaba la parte importante, ya que mis entrenamientos no habían superado nunca esa distancia y los últimos 10 kilómetros eran en su mayor parte ascendentes.
La gente increíblemente seguía animando con la que estaba cayendo y mi familia ahí volvía a estar: justo cuando dicen que puede aparecer "el muro", los que aparecieron fueron ellos para emocionarme una vez más y darme un extra de energía para la última parte de la carrera.
Desde ahí al final cada vez me fui encontrando más gente andando, gente que no conocía pero que me alentó con una palmadita o una palabra de ánimo que dio fuerzas para un último esfuerzo.
A partir del kilómetro 37 había mucho público en las calles, en algunos momentos me sentí como un ciclista subiendo un puerto por el pasillo que dejaban a nuestro paso. Entre aplausos me fui acercando a la meta. Sabía que no muy lejos tenían que estar unos amigos empapados de agua. Primero vi a un par de amigos, a los que pude saludar chocando la mano y después a otros dos amigos con su hija. Aparte de animarme, vi que me seguía en paralelo corriendo a mi lado con su hija en brazos. Momentos inolvidables muy emocionantes.
Ya estaba en el Retiro, faltaba poco para la línea de meta y los recuerdos desde que comenzó todo me iban llegando en flashes. La emoción iba en aumento y ya cuando crucé la línea de meta las lágrimas de alegría inundaron mis mejillas. ¡Lo había conseguido! ¡Estaba muy feliz! Y encima en menos tiempo de lo esperado, 3 horas 43 minutos y 51 segundos.
A pesar de llevar recorridos 42 kilómetros y 195 metros fui con mi medalla tan contento, quería ver a mi familia y amigos, pero la lluvia solo me dejó hacer una llamada para compartir mi felicidad, de repente mi móvil se apagó.
Estuve buscando a mi familia. Había quedado con ellos allí para recibir un fuerte abrazo y cambiarme de ropa, pero por un mal entendido tardé una hora en verlos. Ahora me río, pero la tiritera que tenía era de órdago, jajajaja. Una ducha de agua caliente fue el milagro para dejarme disfrutar junto a ellos de una comida llena de risas y es que "al mal tiempo, buena cara".
Ya creo que he escrito bastante por una larga temporada, espero que os haya gustado, aunque no es lo mío esto de escribir, jeje. Sólo aconsejar a los que sois corredores hacer un maratón en la vida, ya que es una experiencia única y que deja una huella imborrable.
Llega el momento de los agradecimientos, que no son pocos, lo primero a mi familia por acompañarme en un día tan especial, sois los mejores. A los amigos que no han parado de apoyarme, me ofrecieron sus casas y a los que fueron pero no pude contactar al terminar (las cañas siguen pendientes). A los compañeros del trabajo, gracias a ellos un día empecé a correr y a los Turégano runners, un club especial, de un pueblo especial que no han parado de animarme y dar consejos desde mis comienzos.
¡Gracias de corazón a todos!
Jaime Perlado Martín
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